Algo muy popular en el mundillo del BDSM, son las dinámicas de dominación y sumisión. Pueden ser muy variadas, pero al final resultan en un juego basado en el poder y el control. Si bien es algo que despierta mucha curiosidad, informarse al respecto no es del todo sencillo o accesible (sin contar la desinformación que acaba creando estigmas o conductas tóxicas). Hoy voy a intentar aportar información que creo básica, pero sobretodo sana y segura. Servirá para quien quiera tanto ser dominada, como dominar.
¿Qué hay de las personas involucradas?
Cada persona, un mundo: El hecho de que en un principio pienses «¡Qué bien, nos gusta justo lo mismo!», no significa que tengas que dar nada por sentado. Cada persona tiene su ritmo, su forma de hacer las cosas, y percibe las dinámicas en el BDSM de manera única y personal. Por muchas similitudes que os encontréis, siempre es bienvenida y necesaria la comunicación constante para conocer a la (o las) persona tras los gustos.
La sumisa manda: La cosa no es: “Hola soy dominante, y voy a hacerte esto, esto y esto, quieras o no”. Es más bien: “Hola, soy sumisa, y PERMITO que me hagas esto, esto, y esto”. Luego, dentro del juego, todo quedará disfrazado. Pero recuerda, la dominante se impone porque la sumisa así lo quiere.
Comunicación abierta y constante: Esto es una regla de oro. La comunicación es tan enriquecedora, y puede aportar tantas cosas buenas, que no puedo hacer suficiente hincapié; para mí, el pilar de toda relación/encuentro sano. Y no, “no corta el rollo”.
No juzgar: Nunca juzgues los gustos ajenos. Que hayan unas prácticas que no te gusten o no sean para tí, no significa que sean «peores» o que deban ser motivo de burla. Tu criterio no es el universal (ni el de nadie). Si te proponen algo que no harías porque no te gusta, niegate educadamente, pero nunca ridiculizando a la otra persona porque te haya preguntado eso.
Seguridad de la parte sumisa antes que nada: Creo que como dominante, es un deber velar por la seguridad de la sumisa. Es quien «se entrega» y se expone, por lo que su protección debe anteponerse a cualquier otra cosa. No hace falta estar en estado de alerta permanente, pero sí que siempre una parte de nuestra atención esté en ello. Una buena comunicación favorecerá la prevención de posibles riesgos.
Ante la duda, pregunta: Si durante el encuentro, te da la sensación de que algo no va del todo bien (la sumisa no responde como debería, hace muecas extrañas, tiene dificultades para expresarse o para respirar por el éxtasis…), pregunta. Pregunta, y si es necesario, para. ¿Todo estaba bien? No te preocupes, se podrá retomar sin problemas. ¿Resulta que algo iba mal? Pues no solo se ha evitado un mal mayor, sino que ahora se podrá hablar y solucionar.
Aprende qué límites tiene: Al ser la parte sumisa la que más se expone, es vital escuchar qué límites tiene. Y claro que los tuyos importan, y están igual de presentes. Pero a la hora de que tú le hagas X a alguien, debes tener muy claro hasta dónde te permite llegar esa persona en concreto con esa práctica en concreto, nunca lo olvides.
Respetar la palabra de seguridad: Algo muy útil es establecer una palabra de seguridad, para que la parte sumisa pueda expresar (en caso de necesitarlo) que la sesión se debe detener de inmediato, por el motivo que sea. Algo que puede ayudar a entenderlo, son los colores del semáforo: ámbar para indicar que está cerca de su límite (y debemos reducir la intensidad, por ejemplo), y rojo para cesar la actividad totalmente. Y, adivina: sí, comunicación.
Transmite confianza: La confianza se gana y se trabaja, no se puede imponer; y no confundir con arrogancia. Para mí, la confianza está ligada a la honestidad: habla de lo que sabes o no sabes hacer (porque atar, por ejemplo, con falta de conocimientos, puede poner en peligro a la otra persona), de lo que te gusta, qué tan lejos llevarías una práctica sintiendo que la sabes manejar… Si alguien nos transmite seguridad, la confianza no andará lejos.
No traiciones su confianza: Por supuesto, que todo lo antes mencionado no caiga en saco roto es vital. Si todo ese marco de seguridad, comprensión y límites que habéis hablado y establecido, llegado el momento te lo saltas… entonces no solo estarás traicionando su confianza: puedes dañar física o psicológicamente a tu pareja sexual, y exponerla a un potencial trauma. Es simple: no respetar tus parejas sexuales, es una agresión sexual. Que NUNCA suceda.
Estableced hasta dónde se extiende vuestra dinámica: Hay dinámicas que van más allá del momento “cama”: sexting en ciertos momentos, juegos en público, llevar el rol más allá… Como siempre, no des nada por sentado ni te tomes la libertad de hacer algo sin consultarlo. Estableced qué os gustaría hacer, y disfrutad.
Respeta el aftercare: El aftercare son los “mimos” después de la sesión. La vuelta a la realidad, la calma después de la tormenta. Como la parte sumisa ha estado expuesta a estímulos muy fuertes, es determinante que la trates bien al acabar. Lo que mejor os vaya: hablar calmadamente de cómo ha ido, caricias, un abrazo, risas, ducha juntas… Y mira, si has podido escupirle en la boca cuando te lo ha pedido, puedes acariciar y mimar después.
¿Qué hay de ti?
No eres una máquina que vive por y para el papel: Ejercer los roles en BDSM puede conllevar desgaste, tanto físico como emocional. Hay días mejores, días peores… Lo que quiero decir, es que lejos del papel dominante, eres una persona, y no estás obligada a cumplir constantemente unas expectativas (en ocasiones irreales) porque te guste ese rol. Tampoco tienes que encajar con los estereotipos que a veces se le asocian (y mejor, porque la mayoría son más tóxicos que las púas del pez fugu).
Haz que se diviertan… pero procura hacerlo tú también: Ambas partes (o las que sean) tienen que disfrutar, de lo contrario, algo falla. La dominante suele ser la parte más activa, pero si te encuentras complaciendo sistemáticamente todo lo que te piden sin tener en cuenta tus propios gustos, entonces no es sano. No digas que sí a todo solo por el rol que te gusta, ni por miedo a que ya no quieran hacerlo contigo.
Comprende qué es la obediencia: En la dinámica de poder que se da en la dominación y sumisión, uno de los puntos que más jugo tiene es la obediencia; Teniendo en cuenta que como dominante, estás cumpliendo los deseos de la sumisa, averiguad qué se adecua más a vosotras: ¿La obediencia va a ser total y ciega? ¿Habrá que luchar para ganarla? ¿Se establecerán condiciones? ¿Recompensas? ¿Es más bien un castigo? ¿Cuánta resistencia opondrá?
Juega con el control: El control está directamente ligado con la obediencia. El control «real», es de la sumisa; el control «fictício», de la dominante. Esto significa que, conociendo los límites de la sumisa, tienes todo ese marco para jugar. ¿Vas a estar siempre al mando de la situación? ¿Habrá una lucha por el control? ¿Vas a dar un sinfín de órdenes para cumplir? ¿Vas a mostrar firmeza sin palabras? ¿Vas a mandar a tu sumisa con dulzura, con sarcasmo o con humillaciones? ¿Habrá represalias por cuestionar tu autoridad?
Toma todas las precauciones necesarias: Para cada práctica que queráis realizar, hay pautas de seguridad. Muchas de ellas se basan en la atención y la comunicación, pero otras pueden requerir unas tijeras para cortar cuerdas, por ejemplo. Infórmate de las precauciones que puedes tomar para la sesión, y explícalas a la sumisa.
No te limites a los escenarios heteronormativos: Al buscar BDSM, o dom y sub en internet, encontrarás los ejemplos más populares y conocidos (que suelen involucrar señores trajeados y cosas así). Sentíos libres de representar la fantasía que más gustéis, porque hay vida más allá de lo «estándar». Mientras haya seguridad y consentimiento por las partes, podéis representar cualquier dinámica de poder que se os ocurra. Fuera vergüenzas.
Apodos para tu sumisa (y para tí): Los apodos pueden ser muy excitantes, además de alimentar más la fantasía. Pactad de qué forma os queréis referir, y echadle imaginación: Desde «Ama», «Diosa», «Jefa», «Señora», «Dueña»… Hasta «sumisa», «mascota», «esclava», «plebeya», «mi propiedad»… Puede que incluso le castigues si no se dirige a tí de la forma adecuada. A lo mejor “se niega” a hacerlo, y tratarás de someterla hasta que lo haga…
El poder de las palabras: Como dije, cada persona tiene sus preferencias. Sin embargo, cualquier sesión puede volverse mucho más excitante con las palabras adecuadas. Si conoces bien a la sumisa (escucharla, sobre todo) y atiendes a sus reacciones, aprenderás a decir lo adecuado, en el momento indicado. Esto, puede multiplicar la diversión, el placer y la intensidad de cualquier práctica que ya estéis disfrutando.
Escucha su cuerpo: Como dominante, serás espectadora del cuerpo de la sumisa. Esto, a parte de ser muy erótico, es algo de lo que puedes aprender (mientras todo esté yendo bien, obviamente): observa sus reacciones al placer, sus movimientos, sus espasmos, sus ansias, sus fluidos… todo. En conjunción con las palabras, podrás jugar para provocar la mayor excitación posible y buscar una explosión de placer. O negárselo. O condicionarlo, o retardarlo…