Puedes leer la tercera parte aquí.
En el año 2012, Disney y Pixar colaboraron para crear Brave (Valiente o Indomable). Para Pixar supuso estrenarse en las historias de princesas. Para Disney, experimentar con nuevas formas de construir personajes femeninos y sus historias.
En esta última etapa, las princesas tienen una personalidad y una motivación definidas, y son las auténticas protagonistas de sus historias y las que impulsan la trama. Aunque seguirá presente, la figura del villano se diluye y, en vez de tener que enfrentarse a un antagonista para resolver un conflicto, será más importante que las protagonistas aprendan una lección o superen un obstáculo que las hará evolucionar. Pero el cambio más importante que podemos apreciar es la desaparición del personaje del príncipe. Las princesas no tienen un interés romántico, así que la historia se centrará en ellas y en su meta. Además, vuelve a recuperarse la idea del destino, pero ya no hace referencia al amor romántico, sino al objetivo vital de cada una.

BRAVE (2012)
Mérida es una chica inquieta y aventurera. Tiene muy buena relación con su padre, pero su madre es estricta y quiere adecuarla a todo aquello que debe ser una princesa: educada, instruida en música y geografía, sobria… Rápidamente nos encontramos con que la complicada relación materno-filial será el eje central de la película, y esta novedad es destacable por varios motivos:
1. La trama gira alrededor de una relación entre dos personajes sin que esta sea una relación romántica.
2. Aunque ya habíamos apreciado en otras películas de Disney a personajes femeninos que se llevan bien, como Aurora y las hadas madrinas o Pocahontas y Nakoma, esta es la primera vez que vemos dos personajes femeninos complejos que son protagonistas y tienen una buena relación (algo que afianzará Frozen poco después).
3. Hasta ahora, habíamos visto tres tipos de figuras maternas: la madrastra malvada (Blancanieves, La Cenicienta, Enredados), la madre ausente (La Sirenita, La Bella y la bestia, Aladdin, Pocahontas, Atlantis) y la madre presente pero opacada por la figura paterna, de mayor importancia en la historia (La bella durmiente, Mulan, Tiana y el sapo)1. Brave rompe con este esquema y nos trae a una madre coprotagonista, con dimensión como personaje y que evoluciona a lo largo de la película.

Al cumplir años, la tradición marca que Mérida debe casarse con uno de los príncipes de otro clan, pero ella se opone radicalmente. Para lograr evadir su compromiso, compite contra sus pretendientes por su propia mano y los vence en una competición de tiro con arco. Esto no sólo nos muestra que Mérida es una mujer tenaz y con firmes convicciones, también que es mucho más hábil y capaz que sus pretendientes.
Y ya que hablamos de pretendientes, aquí podemos ver de nuevo aquello que comentábamos con Jasmine y Bella: la película presenta hombres con cualidades negativas para que, rápidamente, la espectadora se identifique con la protagonista y su decisión de no contraer matrimonio con ellos. Para que “entienda” su decisión de permanecer soltera.

La competición de tiro sirve como punto de inflexión en la relación de Mérida con su madre, quien termina convertida en oso por error. Para romper este hechizo, necesitarán aprender a entenderse la una a la otra y “restaurar el vínculo” que se rompió. Igual que sucede en Tiana y el sapo, la magia se revierte después de que los personajes hayan superado ciertos obstáculos y se haya producido un cambio en su interior.
Como último apunte, al inicio de la película aparecen los fuegos fatuos: unas luces que, según las leyendas antiguas, guían a las personas hasta tu destino, y que guían a Mérida a lo largo de la película. Esta es una concepción del término “destino” que no habíamos visto hasta ahora, donde ya no hace referencia al amor o al príncipe, y que volveremos a ver en Moana.
FROZEN (2013)
La película Frozen recupera esta idea de articular la trama alrededor de la relación entre dos personajes femeninos y su evolución tanto juntas como por separado. En este caso tenemos a los personajes de Elsa y Anna, y cada una representará una idea distinta. Elsa refleja esta proyección de nueva princesa protagonista sin un interés romántico, al igual que Mérida y Moana. Por el contrario, Anna es un personaje que se utiliza para crear una distancia con respecto a las antiguas princesas, de la misma forma que hizo Charlotte en Tiana y el sapo. Por esta razón, la película ridiculiza el hecho de que quisiera casarse con Hans nada más conocerle (incluso llega a castigarle por esto) y la empareja con su príncipe azul utilizando la fórmula que vimos con Tiana y el sapo y Enredados. De hecho, el personaje de Anna está dibujado de forma tan similar a Tiana y Rapunzel que podríamos ubicar su papel y su historia en su mismo grupo, por lo que, al hablar de Frozen, quiero centrarme especialmente en Elsa.

Comencemos hablando de sus poderes. Cada vez que hemos visto en Disney a una mujer con poderes mágicos, esta ha sido o la villana de la película (como la madrastra de Blancanieves, Maléfica o Úrsula) o, en el caso de ser un personaje bondadoso, sus habilidades son inofensivas o no llegan a superar las del antagonista (es el caso de las hadas de La bella durmiente o el del hada madrina de Cenicienta). Pero con Elsa, tenemos a una mujer poderosa y cuya magia, adquirida de nacimiento, acaba siendo vista como algo positivo al final de la película. Y esto no es sólo trascendental en el ámbito de las películas de Disney: lo es especialmente si tenemos en cuenta que, históricamente, las mujeres poderosas han acostumbrado a tener connotaciones negativas (por ejemplo, las brujas y adivinas).
La canción “Let it go” es el punto álgido de esta magia, donde la espectadora y la misma Elsa pueden comprobar hasta qué punto es poderosa. También es una declaración de intenciones: está cansada de vivir con miedo y prefiere vivir alejada de todo el mundo si eso implica ser ella misma, ser libre2.
Es interesante cómo el final de la película juega con la idea del amor verdadero y la del “beso para romper el hechizo”. Cuando Elsa hiere a Anna por accidente, se dice que “sólo un acto de amor verdadero puede descongelar un corazón helado”. Automáticamente, la primera idea que plantean los personajes es que Anna reciba un beso de amor verdadero de Hans, quien percibimos como su príncipe azul. Pero la película nos quita esta idea de la cabeza al revelarle como el auténtico villano de la película, así que interpretamos que es Kristoff quien debería coger el relevo. No obstante, al salvar a Elsa, el corazón de Anna empieza a descongelarse, siendo este gesto el “acto de amor verdadero”. Con este giro, Disney sigue en la línea de Brave y amplía el concepto de “amor verdadero”, asociado tradicionalmente al amor romántico, a la familia.
Por cierto, esta escena nos da a entender que Anna toma una elección entre correr hacia Kristoff y salvar su propia vida (es decir, quedarse con el príncipe azul y obtener el final feliz) y proteger a Elsa, eligiendo finalmente poner a su hermana por encima de todo.

Para acabar, hablemos brevemente del villano. Hemos comentado que, en estas últimas películas, la figura del villano se diluye. Y en Frozen, si quisiéramos, podríamos eliminar por completo el personaje de Hans y la cinta seguiría teniendo sentido, ya que el auténtico obstáculo es la lucha interior de Elsa y el empeño de Anna en recuperar la relación perdida con su hermana.
MOANA (2016)
Y, al fin, llegamos a la última película de este análisis. Pero nos despedimos por todo lo alto, porque la llegada de Moana (o Vaiana) plantea dos grandes cambios. En primer lugar, desaparece la idea del príncipe, pero esta vez por completo. Aunque, como hemos visto, Disney llevaba varios años intentando distanciarse de antiguos clichés alejándose de la idea de amor predestinado o dibujando princesas que no acaban emparejadas, siempre se acababa mencionando el amor romántico de una forma u otra. Por ejemplo, Mérida no termina con un príncipe azul, pero la película nos dice por activa y por pasiva que “ella es una princesa distinta, no necesita un hombre” en vez de demostrárnoslo, y la conclusión de la historia es que se acabará casando cuando y con quien ella decida (es decir, no se cierra la posibilidad de un matrimonio). Sin embargo, en Moana no se menciona el amor romántico de ninguna forma, ni siquiera insinuando que la protagonista deberá casarse algún día. Incluso la relación que se crea entre Moana y Maui (el hombre y la mujer protagonistas de la película) está basada en el respeto y amistad, a pesar de que hubiera sido sencillo plantear una historia de amor paralela a la aventura principal.

El otro gran cambio que presenta esta película es que se asocia el concepto de “el elegido” a una mujer. Me explico. Esta es una idea que se suele trabajar mucho en el cine (como en Matrix, Terminator o Star Wars) pero también en otros medios, y se basa en la idea de que el protagonista es la única persona que puede lograr cierto objetivo, quien suele seguir lo que Joseph Campbell llamó “el viaje del héroe”. Pero es muy difícil (por no decir casi imposible) encontrar obras donde sea una mujer quien ocupe este lugar. En las producciones de Disney, podemos ver la idea del elegido en películas como Merlín, el encantador (The sword in the Stone) o Hércules, pero nunca la habíamos visto asociada a una princesa. Y esto cambia con la llegada de Moana.

La historia refuerza la idea de que Moana es la elegida a lo largo de toda la película. Por ejemplo, al principio, la abuela Tala explica la historia de Maui y el corazón de Te Fiti, dejándonos caer que ella será la persona que guiará al semidiós y salvará el arrecife. Pero la señal más evidente es la relación que Moana tiene con el océano, que sólo cobra vida delante de ella y con quien ha tenido una gran afinidad desde niña.
Esta nueva concepción también es interesante por lo que comentábamos anteriormente sobre el destino: al igual que Mérida, Moana no busca un amor predestinado, sino la realización personal. Y, con la canción “I am Moana”, esta princesa reafirma su posición de elegida y se empodera en ella.
Finalmente, Moana consigue calmar a Te Fiti, devolverle la confianza a Maui y volver con su gente para convertirles de nuevo en un pueblo de navegantes. La princesa es la elegida, la heroína y la guía de su pueblo.
PARA ACABAR…
Por la forma en la que he ido desarrollando esta serie de artículos, siento que debería cerrar aportando alguna conclusión, aunque preferiría que cada una se hiciese las suyas propias. Creo que hay que tener en cuenta que la productora no está lejos de cumplir 100 años en el mundo de los largometrajes, y es evidente que la renovación de guionistas / productores / personal en general ha ido dándole un soplo de aire fresco a la compañía cada vez que era necesario. No obstante, y estos últimos años lo hemos podido comprobar, Disney es una empresa con unas ideas inamovibles y que ha pecado de precavida más de una vez, por lo que me atrevería a decir que quien ha propiciado las revisiones de la figura de la mujer a lo largo de los años no ha sido tanto la voluntad expresa de la productora, sino las voces discordantes y el contexto sociocultural de cada época.
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1 González Vera, P. (2013). Cenicienta, Bianca y Mulán, la representación de la mujer a lo largo de la historia. En A. M. Ramos, C. Ferreira Boo, L. Lorenzo García, B. A. Roig Rechou, V. R. Kenfel (coords.) La familia en la literatura infantil y juvenil: A família na literatura infantil e juvenil Asociación Literaria Nedro, p. 157 – 176 (p. 160 – 162).
2 Míguez, M. (2015). De Blancanieves, Cenicienta y Aurora a Tiana, Rapunzel y Elsa: ¿qué imagen de la mujer transmite Disney? Revista Internacional de Comunicación y Desarrollo (RICD). Vol.1, nº 2, p. 41 – 58 (p. 52 – 53).