La historia de la productora The Walt Disney Company está marcada por las princesas. Desde que se estrenó Blancanieves en 1937, hemos podido ver cómo este tipo de personajes y la representación de la mujer como protagonista en general ha ido cambiando a lo largo de los años, evolucionando de la princesa cándida y soñadora que buscaba su príncipe azul a una protagonista astuta y hábil con un objetivo a conquistar. Pero ¿cómo ha sido este proceso?
Esto va a ser una serie de cuatro artículos, donde analizaremos cada princesa, su papel en la película y su relación con el príncipe y el villano, los otros dos personajes clave en la historia. Aunque pueda tocar por encima otros aspectos como el contexto histórico, intentaré centrarme exclusivamente en las características de cada princesa y en cómo la percibimos. Las he dividido en cuatro bloques (porque si algo nos gusta a las historiadoras es dividir las cosas en períodos y citar en APA), para que podamos ver mejor las similitudes y las diferencias entre ellas, y para que esto sea algo interesante de leer y no una tesis doctoral.
Pero antes de empezar, quiero definir la estructura de las películas de Disney para que tengamos una base desde la que partir. Disney es una productora que, especialmente en sus inicios pero también a día de hoy, se define por dos premisas:
1. Si algo funciona, no lo cambies. Esto implicará que veremos muchas similitudes entre películas, y también notaremos fácilmente cuándo hay un punto de inflexión (cosa que me facilita el trabajo, todo hay que decirlo).
2. La audiencia debe relacionarles con unos valores intachables. Esto se traduce, entre otras cosas, en convertir sus historias en una lucha entre las fuerzas del bien y del mal, donde el bien siempre triunfa1 . De la misma forma, veremos que los personajes acostumbrarán a ser o buenos o malos, sin escala de grises ni indagar en por qué son así.
Ahora sí. Comencemos.

En 1937, los estudios de Walt Disney se estrenaron en los largometrajes con Blancanieves, y no fue hasta la década de los 50 cuando le siguieron el paso Cenicienta y Aurora. Estas primeras princesas se caracterizan por ser bondadosas, delicadas y, sobre todo, hermosas. Viven entregadas a los demás, y harán lo posible por contentar a la gente de su alrededor. Su principal deseo es encontrar a su amor verdadero o su “príncipe azul” y vivir para siempre felices con él, con el que tienen una relación predestinada y de quien se enamoran profundamente a primera vista. Sus acciones no tienen prácticamente peso en la trama, y serán los demás personajes los que moverán la historia y a ellas mismas de un lado a otro. En cuanto a las villanas, tienen un profundo odio por las princesas basado en la envidia, y esto las lleva a querer hacerles la vida imposible o incluso a intentar matarlas. Nunca vemos un enfrentamiento directo entre ellas y las princesas, quienes les respetan o les temen, y es el príncipe o la propia sucesión de acontecimientos quienes se encargan de acabar con las fuerzas del mal.
BLANCANIEVES (1937)
Puede no parecerlo, pero esta película está fuertemente influenciada por su contexto histórico. En primer lugar, en 1937 Estados Unidos seguía recuperándose de la Gran Depresión, una de las peores crisis económicas del siglo XX. Y Blancanieves es una muchacha con una vida difícil, pero alegre, amable, bondadosa… Viste con harapos y su madrastra la trata como a la sirvienta, pero, aun así, ella no pierde la sonrisa, y todos sus esfuerzos se verán recompensados al final de la película. Esto podría ser un espejo para que la clase trabajadora, hundida en la crisis, se reflejara: el final estaba cerca y, si trabajaban duro, verían sus esfuerzos recompensados.
En segundo lugar, en plenos años 30, Blancanieves es el ideal de mujer perfecta2: es creyente, limpia, cose, cocina… y todo de buen grado (en España, el franquismo llamó a estas perfectas amas de casa “el ángel del hogar”: la mujer que cuidaba de la familia e irradiaba luz). “Pero Sara, ¿es este un intento de lavarles el cerebro a las niñas?” te preguntarás. Al contrario. Para la protagonista de su primer largometraje, los estudios quisieron plasmar lo que la sociedad de la época consideraba una “mujer ideal”, una hermosa y cándida princesa víctima de una madrastra celosa de sus muchas cualidades. Fue una sociedad tradicionalista la que creó a Blancanieves, y no a la inversa.

Pasemos a hablar de la historia. Blancanieves es una chica alegre y dulce que es tratada como una criada en su propia casa por su madrastra, quien está celosa de su gran belleza. En la primera escena, se muestra limpiando las escaleras agachada y cantando, dejándonos ver su positivismo y su bondad, puesto que no parece sentir rencor hacia ella. Su mayor sueño es encontrar a su príncipe, y nos lo comunica con la primera canción que canta: “Deseo”. Pero no sólo lo desea, sino que está convencida de que “un día, su príncipe vendrá”.
La madrastra ordenará al cazador matarla en el bosque, y allí él la pondrá sobre aviso y la dejará marchar. A partir de aquí veremos que, realmente, Blancanieves no toma ninguna decisión en la película. Empieza siendo salvada por el cazador, después los animales del bosque la guían hasta la cabaña de los enanos (donde ellos se encargan de protegerla), la villana va a su encuentro para matarla, y acaba siendo salvada por el príncipe. Los personajes se pasan a la protagonista de mano en mano sin que ella haga gran cosa, y este será un patrón que repetirán tanto Cenicienta como Aurora.
En cuanto al final, hay dos aspectos a destacar. El primero es “el beso de amor verdadero” necesario para salvar a la princesa, un concepto que veremos cómo se repetirá a lo largo de los años y que habitualmente será la clave para la resolución de los conflictos. El segundo es el destino de la villana. Como hemos dicho, las princesas sienten respeto y temor por sus antagonistas, y esto se traduce en que estas apenas comparten escena, y son otros personajes los que se encargan de acabar con ellas (en este caso, los enanos la persiguen y ella muere fuera de cámara).

LA CENICIENTA (1950)
La Cenicienta también habla de amor predestinado. Su mayor sueño es encontrarse con su amado, y está convencida de que ese es su destino, así como de que nada ni nadie puede interponerse en un camino que está marcado. Para reforzar esta idea, se nos muestra que Cenicienta se enamora del príncipe en el baile sin saber quién era él realmente, como si el destino los hubiera guiado a los brazos del otro. Además, la esperanza de que sus sueños se harán realidad es lo que la impulsa a seguir viviendo con su madrastra y soportar sus caprichos, sacrificio que será recompensado nuevamente por la película.
Quizá sea por los 13 años de diferencia con Blancanieves o por simple deseo de los guionistas, pero, a pesar de que su situación es muy similar, esta princesa no demuestra la misma personalidad servil y abnegada que su antecesora. Y es que no sólo vemos a Cenicienta protestar en voz baja por sus tareas, también la vemos mostrar enfado hacia uno de los villanos: el gato Lucifer.

Aun así, el respeto y el temor hacia el resto de villanas sigue estando presente, y en esta ocasión no será un personaje quien acabe con ellas, sino la propia trama (otra forma que tiene la película de reforzar la idea del destino).
LA BELLA DURMIENTE (1959)
No hemos hablado todavía del cliché de la princesa cantándole a los animales del bosque, algo que surgió con Blancanieves y que Disney rescata con Aurora. Y es que, aunque recientemente se haya convertido en algo casi cómico, no era más que un recurso de la productora para:
1. Introducir más canciones, puesto que el concepto de musical animado fue la gran apuesta de Disney y se convirtió en su seña de identidad.
2. Mostrar el corazón puro y bondadoso de las protagonistas. El razonamiento es simple: los animales salvajes son huidizos y desconfiados, pero ellas son tan amables que logran ganarse su confianza.
Y, aunque se haya quedado grabado en el imaginario colectivo, veremos como no serán tantas las veces que se utilice este recurso.

Esta película también saca a relucir el amor predestinado. El matrimonio entre Felipe y Aurora está decidido desde que ella nació, pero se ven y se enamoran por primera vez en el bosque, sin saber que están prometidos. Además, con la canción “Eres tú” se nos anuncia que (en el sentido real o metafórico de la expresión) ellos ya habían soñado antes el uno con el otro. Y, junto al hecho de que Aurora despierte con el beso de Felipe, son cuatro las formas que encuentra la película de confirmarnos su predestinación.
Y ya que hablamos del beso, quiero mencionar un par de cosas sobre el final. La primera es simplemente destacar que La bella durmiente vuelve a recuperar el “beso de amor verdadero” como resolución del conflicto. La segunda, que el enfrentamiento con la villana recae esta vez sobre las hadas madrinas y el príncipe Felipe (de hecho, Aurora no coincide en pantalla con ningún villano, salvo con Maléfica en la fiesta de su nacimiento), dándole a la figura del príncipe azul un perfil mucho más heroico y aventurero de lo que habíamos visto hasta ahora.

Inesperadamente, el estreno de La bella durmiente fue un fracaso. Esto hizo que Disney no quisiera involucrarse en otro proyecto de princesas, películas percibidas como “historias para niñas”, y se centrara en otro tipo de producciones. No fue hasta 1989 que se puso a La sirenita sobre la mesa, pero eso lo hablaremos en el próximo artículo.
Puedes leer la segunda parte aquí.
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1 González Vera, P. (2013). Cenicienta, Bianca y Mulán, la representación de la mujer a lo largo de la historia. En A. M. Ramos, C. Ferreira Boo, L. Lorenzo García, B. A. Roig Rechou, V. R. Kenfel (coords.) La familia en la literatura infantil y juvenil: A família na literatura infantil e juvenil., Asociación Literaria Nedro, p. 157 – 176 (p. 158).
2 Maeda González, C. M. (2011). Entre princesas y brujas: análisis de la representación de las protagonistas y las antagonistas presentes en las películas de Walt Disney. En C. Mateos Martín, J. Herrero, S. Toledano Buendía, A. Ardèvol Abreu y C. Hernández (eds.): Actas del III Congreso Internacional Latina de Comunicación Social. La Laguna (Tenerife): Sociedad Latina de Comunicación Social, p. 1 – 17 (p. 6).