Cinco falsos mitos sobre el BDSM

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Aunque, en los últimos años, el BDSM ha ido ganando fama y llamando la atención de mucha gente curiosa, sigue siendo visto como algo oscuro y propio de personas sádicas y autodestructivas. Hoy, a las puertas del Día mundial del BDSM (24 de julio, no es oficial, pero al tiempo), desmontamos cinco de los mitos que lo rodean:

1. Ser dominante o sumisa tiene que ver con tu género o tu personalidad

Que no te engañe el cine: ser una persona dominante o sumisa (o switch, que son quienes se sienten cómodas en ambos roles) únicamente tiene que ver con lo que a ti te guste. No se puede dar por sentado que a los hombres o a las personas más extrovertidas les va a gustar dominar, y que a las mujeres o a las más introvertidas les va a gustar ser sometidas, como si desprendieran un aura diferente o algo así. Sencillamente porque hacer una cosa u otra es una preferencia, un rol que interpretas en un momento determinado y que puedes intercambiar con la otra persona en cualquier momento si así lo queréis, y no un rasgo de personalidad. Dar por sentado el rol de alguien en base a su imagen o lo que proyecta carece de sentido.

 

2. La persona dominante tiene el control en todo momento

Esto es una verdad a medias. La persona dominante tiene el control durante la sesión, claro, pero es un control ficticio.

Antes de empezar, la dominante y la sumisa acuerdan lo que pasará durante la sesión, y esta decide ceder el control bajo esos términos y puede recuperarlo en cualquier momento que considere necesario. Por su parte, la persona dominante tiene la responsabilidad de velar por la seguridad de la persona sumisa en todo momento y detener la sesión si está sucediendo algo potencialmente peligroso. Todo esto implica que, aunque desde fuera parezca que la parte sumisa no tiene ni voz ni voto y sólo sirve a los deseos de la persona dominante, es la sumisa quien realmente está en el centro de la acción y es la que pone los límites sobre lo que va a suceder y lo que no. No olvidemos nunca que el consentimiento y el deseo son fundamentales dentro del BDSM, y que todas las prácticas han de ser siempre seguras, sensatas y consensuadas (SSC –safe, sane and consensual- en inglés).

Por otro lado, también se cree que el control dominante-sumisa no se queda exclusivamente en el sexo y se traslada a otros aspectos de la vida en pareja. Y es cierto que puede hacerse: algunas personas acuerdan mantener esta relación 24/7, sin salirse en ningún momento de sus papeles, donde la persona sumisa cede por completo el control sobre todos los aspectos de su vida a la persona dominante. Pero esto son casos excepcionales, donde las partes implicadas suelen tener una amplia experiencia en el BDSM y buscan explorar sus límites, y son relaciones con unas características muy concretas. Así que no, la relación de control no se lleva más allá de la relación sexual.

3. Consiste en infligir y sentir dolor

Las siglas BDSM significan Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo. De todos esos términos, sólo dos de ellos están relacionados con el dolor, lo que significa que existen un montón de prácticas dentro del BDSM que no tienen nada que ver con esto. Si te interesa el BDSM pero no te interesa en absoluto ninguna práctica relacionada con el dolor, o si tu tolerancia al dolor es muy baja, es perfectamente válido. Simplemente explora aquellas prácticas con las que te sientas cómoda.

Por otro lado, existe un miedo generalizado al dolor dentro de las prácticas sexuales deseadas y consensuadas, pero no tiene por qué asustar. Si yo te hablo del dolor en el sexo quizá lo primero que pienses sea en la flagelación o en usar cera de vela (wax play), pero pellizcar los pezones o un azote en el culo también es introducir el dolor en el sexo, y son prácticas muy generalizadas y de lo más seguras. Hay muchos niveles y formas de acercarse al dolor, sólo hay que hacerlo de forma sensata, respetando los límites y asegurándonos de que no suponga un peligro real para la integridad de la sumisa.

En conclusión, puedes jugar con el dolor, o no, y con la intensidad que tú quieras. Tú decides qué es lo que te gusta y qué quieres experimentar.

 

 4. Es imprescindible usar un montón de juguetes y tener una habitación roja

¿Es más divertido? Sí. ¿Es estrictamente necesario? No.

Parece que para practicar BDSM “de verdad” necesitas una habitación del dolor, una cruz de San Andrés en tu sótano, mil plugs anales de distintos tamaños y texturas, ir a todas las fiestas fetish que se organicen en tu cuidad… y no. Eso es una parte del BDSM que puedes animarte a probar, por supuesto, pero nada de esto es imprescindible, porque estas cosas cuestan dinero y significaría que sólo unas pocas personas privilegiadas pueden acceder a practicar BDSM. Y mira, con un par de pañuelos y la espátula de la cocina también se apaña una.

Si quieres comprar algún accesorio, hazlo. Si quieres ir a algún evento, hazlo. Y si no, no pasa nada. Tu BDSM no es menos “auténtico”.

5. Si no aguantas ciertas cosas, no eres una buena sumisa

Esto no es sólo un mito extendido, también es una frase que he oído decir a dominantes. Si no soportas el dolor, si te niegas a probar ciertas cosas, si usas mucho la palabra de seguridad, si no estás siempre dispuesta a tener relaciones… eres una mala sumisa. Y también se escucha a la inversa: si te niegas a ciertas prácticas, si no transmites cierta imagen… eres una mala dominante.

Esta percepción suele venir de unas expectativas que no se cumplen: o porque se tiene una percepción irreal de lo que debe ser el BDSM y de cómo debe ser alguien dominante/sumisa, o porque la sumisa y la dominante no acaban de encajar y de complementarse bien. Ten en cuenta que cada persona tiene sus límites, sus fetiches y sus preferencias, y no se puede dar por sentado las prácticas que pueden gustarle o no a alguien. Y, en realidad, eres mala dominante o mala sumisa si pasas por encima del consentimiento e ignoras los límites y la salud física o mental de la otra persona.

No se trata de que la persona sumisa deba ignorar su personalidad y sus gustos para cumplir las expectativas de la persona dominante (o viceversa), sino en encontrar ese punto en común para que todo el mundo pueda sentirse cómoda y disfrutar de la sesión (no olvidemos que, por muy pomposo que parezca, el BDSM sigue siendo un juego).